Hace 20 años que nuestro planeta, toda la humanidad, pasó por una de las mayores crisis que haya vivido, y no sólo la venció, sino que salió fortalecida.
En aquel lejano 2020, sufrimos la pandemia del Covid19, que provocó muertes, miles de muertes, que afectaron a la mayoría de las familias trayendo una angustia nunca antes vivida.
La pandemia atacó primero Asia, se dio a conocer en China, para ir luego alcanzando los países más avanzados y cerrar su siniestro periplo en los países en vías de desarrollo, en los que sus armas para luchar contra ella eran menos, y sus consecuencias fueron más.
Empezamos aquel lejano marzo del 2020 arrasando las tiendas, ¿os acordáis? Luego ya nos dimos cuenta de que almacenar nunca es el camino. Volvió a haber papel higiénico, se fueron rellenando los estantes vacíos de los súper, y eso de paso nos dio una lección que nos ha valido para todos estos años: si compramos más de lo que consumimos, nos equivocamos y confundimos a todos.
El mundo laboral cambió por completo, los ERTES, que eran una palabra casi desconocida hasta entonces, nos enseñaron el camino. Fue mejor perder todos un poco que dejar atrás a unos pocos, y eso nos ha dado la receta para navegar por esta década de los 40.
Hoy ha bajado el paro y el teletrabajo es práctica común, con lo que el mundo dista del lugar gris y contaminado en el que vivíamos antes de la gran crisis. Hoy abrimos las ventanas, respiramos y escuchamos a los pájaros cantar en todas las calles.
Valoramos más el tiempo, nuestro tiempo, somos más conscientes de él, de su falta, de su calidad, de nuestra gente… Esa gente que casi llegamos a odiar, en aquellas semanas en las que las únicas caras que veíamos cerca eran las de los 1,3 miembros que tenía en promedio cada hogar.
En esos meses que pasamos sin tocarnos, nos dimos cuenta del valor que tiene hacerlo; abrazar, estrechar la mano, una palmada en la espalda, un beso, muchos besos. Eso ha provocado que nos toquemos mucho más, nos besemos mucho más, nos olamos, tengamos muchas más charlas en vivo, mucho más sexo.
La sanidad, que ironía, fue la más “beneficiada” de aquel trance. A corto plazo, los sanitarios fueron los que más sufrieron: turnos interminables, la muerte de cerca, muchos de ellos pasaron la enfermedad en el camino… Pero eso nos hizo verlos de otra manera, mejor. La apuesta por la sanidad pública, el apoyo a los profesionales se hizo imprescindible.
Esa mirada de admiración cuando ves a tu ídolo meter un gol de falta, cuando ese cantante coge el micro… esa mirada es la que tenemos cuando pensamos que cada médico, nuestro médico, el de nuestro centro de salud, puede salvar personas, puede salvarnos a nosotros.
Empezamos a entender que pagar impuestos no es solo una obligación, no es un mal necesario, es un deber, es un brindis a los demás, es un empujón al de abajo, es contribuir a que el mundo sea un lugar mejor para todos, es justicia social.
Habíamos vivido décadas terribles de corruptelas, y el panorama político estaba infectado. Pero vivir aquella crisis nos hizo entender lo que nos estaban quitando. Hoy, afortunadamente, no hace falta decir que “el que la hace la paga”, sea de la ideología que sea, hoy no se entiende un solo voto a quien antes hizo mella en las cosas de todos.
Valoramos y reconocemos los servicios públicos porque sabemos que habríamos seguido eternamente en aquel trimestre negro si no hubiera sido por la limpieza de las ciudades, por la actuación del ejército y la policía, por los funcionarios que cambiaban a diario los planes y las estimaciones, por todos ellos.
Desde ese momento hemos aprendido que, para algunas cosas, o vamos todos a una o nunca venceremos. A veces estás de acuerdo con una cosa que propone “el contrario”, e incluso en ocasiones, ¡no estás de acuerdo con los tuyos! Tener opinión no es sinónimo de ser monocolor.
Nos convertimos en una sociedad más colaborativa, más humana. Había padres que por la tarde daban clases de programación online a niños del cole de sus hijos, vecinos que subían la compra a mayores, médicos jubilados que iban al 2º a echar un ojo y evitaban visitas al hospital… aún hoy, continuamos en esa ola, si mejoras el mundo, el mundo te lo devuelve.
El ocio en casa se hiper desarrolló en aquellas semanas: conciertos online, teatro online, cine online, museos online… ¡Todo hizo boom! Y todo ello tuvo dos consecuencias fundamentales:
La primera: el mundo se hizo más accesible. Hay mucha gente diferente en muy distintas circunstancias y ahora mismo, en 2040, casi todos podemos acceder a cualquier alternativa de ocio en un click.
La segunda: el directo empezó a valorarse más. No hay más volumen de actividades en vivo de las que ya teníamos en aquel lejano 1990, pero las valoramos y las disfrutamos mucho más. Las entradas son más caras, pero no tiene precio este sentirnos especiales cada vez que podemos ver una exposición de pintura, un partido de baloncesto, o un concierto.
Y los medios, que decir de los medios… en aquellos meses terribles los medios y los informativos fueron la referencia, el faro que nos guiaba. Lo que más creció en esos días no fue la venta de geles y desinfectantes, que también, fueron los minutos que dedicamos cada día a informarnos y a comunicarnos. Descubrimos lo necesario de poder contar con medios de comunicación que nos ofrezcan información objetiva y de calidad.
En esas fechas se desarrollaron aplicaciones capaces de reconocer un bulo, de eliminar fake news en segundos. Se empezó a dar mucho más valor a las publicaciones con firma, y algunas firmas consiguieron crecer mucho en valor.
Desde el mundo publicitario aprendimos a combinar los usos, unos medios nos valen para llegar a muchos muy rápido, y otros para llegar a unos pocos, justo a los que queremos. Esos días era muy importante que se pudieran lanzar anuncios muy grandes, que las marcas fueran poniendo sus pequeños granitos de arena, y las agencias de medios también pusimos nuestro granito.
En aquel trance perdimos todos, algunos perdieron tiempo, otros dinero, otros una madre, un amigo…, pero en aquel trance ganamos todos, hicimos del mundo un lugar mejor, más sostenible y más justo.
La felicidad de hoy, en este 2040, se cimienta en lo que allí aprendimos: «no dejemos nunca de aprender».
Un artículo de Javier Acebo, Consumer Insights Director de PHD, publicado en MarketingDirecto.com.